XIV- Viernes Santo 2

Faltaban 7 cuadras para la iglesia que quedaba atrás del parque y acababa de quedarse sin planes para el sábado. Tal vez la volviera a llamar a Silvia para pedirle que saque las entradas. Si, eso haría, esperaría un rato y volvería a comunicarse con ella, seguramente después de salir de la tercer iglesia. Sería buena idea ir al teatro el sábado, el domingo visitar a su padre, y el lunes bailar en alguna milonga.

Eran las 11 de la mañana cuando pasaba por un barrio de casas bajas con buena arboleda, alejado de avenidas y edificios. Pensó en llamar a su hermana para coordinar la visita del domingo a su padre.

—Hola Pilar —Contestó Mónica al teléfono.

—Hola Moni. ¿Cómo vas? ¿Todo bien? El domingo lo voy a ver a papá, lo voy a llevar a almorzar —dijo Pilar.

—¡Ah! Pensaba traerlo a casa, están los chicos, viene mi suegra y mis cuñados ¿Porqué no venís? —Pilar detestaba esas reuniones familiares extendidas y su hermana lo sabía—. Si si, ya se, no te hace gracia tanta multitud. ¡Pero venite, lo vamos a pasar bien!

—Bueno, dejame pensar, después te contesto, me habían invitado a Mar del Plata pero no pensaba ir, quería verlo a papá, pero si hay otros planes. Cuando lo decido te aviso.

—¡Ah! ¡Pero ni lo pienses! ¡Si te podés ir a Mardel andá! ¡Él va a estar bien! ¡Va a ser un fin de semana espectacular! —Si había algo que Pilar no necesitaba era que la incentivaran.

—Okey, gracias —dijo Pilar algo molesta.

—¡Buen viaje! —Le deseó Mónica.

—Gracias, muchas gracias ¡Un beso a los chicos! —Se sentía expulsada, parecía dar igual su presencia que su ausencia. Seguramente Waigel ya estaría en Mar del Plata. Que importaba eso, decirle a Mónica que se iría a Mar del Plata no había sido más que una excusa que le vino como anillo al dedo, y ahora tendría un fin de semana en soledad.

No sería tan descabellado escaparse con Waigel, la aventura tenía su encanto y él parecía tan apacible. Aquella última noche en La Milonguita había tirado la idea muy al pasar justo cuando se despedían, pero también era cierto que se había esmerado por contar, ni bien pudo, que se iba a Mardel, por algo era, repasando todo es como si ya lo hubiera tenido en mente. En realidad no fue una propuesta muy directa ni muy jugada, pero ella bien sabía que si ese hubiera sido el caso la hubiera rehusado de plano; en cambio, la sugerencia sin presión era perfecta, había intentado tentarla y, a esta altura, parecía haberlo conseguido. Tampoco se iba a jugar, ni siquiera estaban saliendo, solo unos cuantos encuentros en la milonga, una bebida de regalo, algunos piropos y mucha atención era todo lo que él le había dispensado. El siempre con sus amigos, eso hablaba bien de él, ella misma se reprochaba para sí ser tan solitaria, él bien rodeado, de gente querida y amorosos compinches, era como una especie de sello de garantía. Le pondría un mensaje, mejor no, que iba a decirle, tal vez un chiste o una pregunta, ¿te fuiste? Era burdo, no tenía nada que ver con nada salirse con algo así, pensaría que lo estaba persiguiendo, algo que a ella no le gustaba que le hicieran. Mejor, nada, si si, eso haría, nada. 

  Entró a su perfil en Facebook y vio que decía “Activo hace dos horas”, como si eso le dijera algo más. Podría intentar un saludo. Tampoco era descabellado para ella viajar simplemente como amigos, irse a un hotel, y compartir alguna cena, o un paseo, luego verían que, tampoco había que anticiparse, no se conocían demasiado pero lo que se veía era encantador, un hombre con cierto pudor por su intimidad, cuidadoso, reservado, todo lo que ella valoraba, cualidades que ella intentaba forjar para sí no siempre con éxito. Tenía que buscar  cuál podría ser la cuarta iglesia. Encontró una que la seguía alejando de su casa. Mientras caminaba escribió un mensaje que aún no sabía si enviaría: “Me está interesando la idea de ir a Mar del Plata el fin de semana. ¿Podemos hablar?”. Era un mensaje neutro y no la obligaba a nada, ni a ir con él siquiera. Tendría tiempo de decidir que hacer luego conversar . Guardó el celular sabiendo que no recibiría respuesta inmediata. Posiblemente él ya había viajado.

Pilar caminó mas rápido para mitigar el fresco de las cuadras sombrías. Cuando llegó a la siguiente iglesia entró, era especialmente grande y más ancha que profunda. Con ninguna iluminación artificial, a esa hora del día los grandes vitraux de la pared del fondo daban un aspecto encantador al altar, teñido de reflejos rojos, azules, amarillos y verdes. Cuando salió miró bien el nombre de la Iglesia para intentar recordarlo, se llamaba Nuestra Señora del Buen Viaje, tal vez fuera una señal. 

Saludó a su amiga  Andrea que anunciaba en el muro haber llegado al fin del recorrido. La siguiente Iglesia la acercaría en camino de regreso a su casa. Tuvo suerte en encontrar  aquel convento que ocupaba una manzana completa a siete cuadras de su casa, llegó ahí a la una y media del mediodía. La saludó a Andrea y le contó del fin de su derrotero, festejaron y rieron. Siguió caminando para su casa intentando disfrutar las últimas cuadras. Estaba cerca cuando vio que había recibido respuesta de Waigel: “¡Si, claro! Llamame al 2323156549”. 

Llegó a su casa, se lavó la cara, preparó un te y se sentó en el sillón color maiz que aportaba más color aún al living inundado de verdes, bordó, violetas y amarillos en todas las formas imaginables, rallas, flores, ondas, cuadros, típicamente francés. 

—Hola —contestó Waigel.

—Hola! ¿Qué tal? ¿No te fuiste aún? —preguntó Pilar.

—No, estoy en casa todavía.

—¿Y cuándo te vas? —preguntó Pilar luego de esperar unos segundos, y cuando estuvo segura que él no seguiría hablando.

—No se, ¿Querés ir? —indagó él.

—Bueno, pensaba, puedo ir a algún hotel cerca de tu casa, ¿Que te parece?

—Bien. Yo tengo sofá en el living, si te animás —agregó él.

—Puede ser, no se. Vamos viendo —dijo ella.— Pero cuándo salís.

—Pensaba mañana al mediodía. Porqué no te venís a casa a comer algo a la noche, y charlamos.

—Me parece bárbaro. Voy para allá y hablamos personalmente ¿Te parece? 

—Espectacular. Venite temprano, a la hora que quieras —dijo él.

—Okey. Mandame la dirección y alguna indicación para llegar.

—Okey. —dijo él.

—Bueno, nos vemos luego —dijo Pilar antes de colgar.

—Genial —dijo él antes de que los dos cortaran la comunicación.

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