VIII- Ayer Pilar...
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—¡¡Alcira!!, ¿¡Qué hacés acá!? —En realidad, ese era mi lugar, y yo era la sorprendida. La vi bailar. Baila muy bien y la sacan todo el tiempo, como a mí, a nosotras nos sacan porque bailamos bien. Los tipos miran eso. A mí también me gusta bailar con tipos que sepan bien. Si alguno es muy buen mozo me banco que no baile tan bien. Pilar se va de viaje dentro de poco, a París. Yo no le cuento nada a nadie. En el verano la vi bailando mucho con un francés pero a él no lo veo más, se habrán peleado o se debe haber ido. Por ahí salieron. Ella es mi amiga, me hubiera contado. Yo le pregunté y me dijo que no. A lo mejor se va a la casa de él. Bueno, ella dice que no, debe ser así, pero bailaban mucho y algunas veces se iban juntos. Ahora la veo bailar con un alemán grandote bastante pintón. Bailan seguido. Ayer se sentaron en la misma mesa. Seguro que están saliendo. Cuando yo me fui ellos todavía estaban y me contó otra amiga que se quedaron hasta el final. Yo los vi juntos así que debe ser cierto lo que me contaron. ¡Que de gente había! ¡Parecíamos hormigas! ¡Había que hacer cola para entrar y salir de la pista! ¡No van a creer que nadie los vio, si no pasaron desapercibidos! ¡Yo los vi sin ningún esfuerzo y eso que no estuve todo el tiempo mirando! Qué bueno que Pilar esté feliz, yo la quiero mucho a mi amiga. Lo raro es que no me haya contado nada, ella conmigo no tiene secretos. Tal vez no se dio porque como no nos sentamos juntas. Seguro me va a llamar y me va a contar. Aunque ni falta que hace, quiero decir, en el sentido que ya me lo puedo imaginar. Me podría haber dicho, cuando la vea le voy a preguntar, ella es mi amiga y no me va a mentir. Tal vez la llamo mañana o más tarde. No la quiero cargosear.
Levantó el teléfono y discó el número de Pilar.
Levantó el teléfono y discó el número de Pilar.
—¡Hola! ¿Que hacés? —le dije cuando ella me atendió.
—¡Alcira! ¿Cómo estás?
—Bien, ¿Vos? ¡Cuanta gente había ayer! ¿Viste?
—Si, si, un montón. —contestó ella.
—¿Cómo estás? ¿Alguna novedad? —pregunté para ver si me contaba algo.
—No, ninguna. El miércoles pensaba ir a La Milonguita, ¿Vos vas?
—Ah bueno ¡Dale! ¿Algo especial? —no largaba prenda.
—No, nada especial. Me dijo ese alto que baila conmigo que fuera, el va.
—¡Ah! ¿Pero entonces pasa algo? ¿A vos te gusta? —insistí.
—¡No, no pasa nada!, solo me dijo… ¡que se yo si me gusta, no lo pensé! —me contestó Pilar.
—¡Pero hace un montón que bailan! —dije porque ya era hora de que pasara algo.
—No tanto, unos meses, no se exacto. Pero viste que en la milonga mucho no se puede hablar, y el tipo vive lejos. —me dijo ella.
—¿Dónde vive?
—En el interior, a 80 kilómetros.
—¡Ah! ¡80 kilómetros no es tanto!
—Puede ser, pero va y viene con los amigos, así que no hay momento para ir a tomar un café. Bueno, es problema suyo, igual nunca me invitó a un café. Veremos que..., por ahora solo bailamos —me explicó.
—Bueno, dale. ¡¡Vamos!! Yo tengo ganas de ir, hace mucho que no voy ¡Se pone lindo! —yo estaba entusiasmada por el pedido de Pilar, seguro me enteraría de algo.
—El miércoles hablamos y vemos si reservamos o vamos directo. ¿Te parece? —me dijo ella.
—Si, dale. Hasta el miércoles.
—Chau chau.
¡Genial! ¡Sabía que Pilar estaría esperando mi llamado!
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